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Tuesday, November 16

EL PILAR DE UNA MUJER

Publicado en REFLEXIONES en VOGUE.

Call me ©Gabriel Magnesio

Se divisan más descubiertas que las espaldas a estas alturas del año (y de la vida). La una le sigue a la otra, luego la otra a la una, y así sucesivamente, como si la izquierda quisiera alcanzar a la derecha; y al revés. No me fijo en las piernas de los varones. Poseo por fortuna un par, que me entroncan con la tierra y de las que estoy orgulloso, no porque sean o no bellas –ahí no entro–, sino porque están sanas y me siguen llevando de un lado para otro desde que me levanto hasta que me acuesto.



¿Qué hombre medianamente curioso no ha seguido alguna vez unas bonitas piernas femeninas, sin importarle de que la dirección que tomara su propietaria –la de las piernas– fuera diametralmente opuesta a la suya? No recuerdo quién, pero alguien comentó de manera aguda que las piernas son autopistas hacia el deseo, por sus connotaciones rematadamente sensuales. En pretéritas épocas, y en nuestro país, se cubrían al máximo. Al subirse al tranvía, por entonces, muchos varones esperaban pacientemente ver lo más posible las de alguna muchacha. Los que querían ver más, se escapaban a Francia, con la sensación de que allí, al otro lado de la frontera, el pecado no era pecado. Y eso que los pobres infelices solo iban a mirar… ¡que no a tocar!
Las cruzadas de Sharon Stone en Instinto básico dieron la vuelta al mundo casi tanto como el guante de Rita Hayworth.  Coco Chanel quería que las mujeres se quitaran las medias y mostraran las suyas con todo su esplendor, orgullosas. 


Y es que señoritas y señoritos nuestras piernas hay que 
MIRARLAS, ADORARLAS, CUIDARLAS, EJERCITARLAS, MIMARLAS, ACARICIARLAS, 
BESARLAS Y FOTOGRAFIARLAS.

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